“Recuerda
que las cosas más hermosas que tiene el mundo, son también las mas inútiles”
Jhon
Ruskin – Las piedras de Venecia.
Para Lara, por la mejor tarde de mi vida, observando
gente entre Corrientes y Callao.
Se me apareció cubierta por un vestido blanco,
sostenido por débiles breteles que parecían a punto de cortarse por amenazantes
pechos.
Su cabello largo, negro y abundante caía sobre los
hombros cubriéndolos parcialmente y su figura, como cautiva, provocaba al más
timorato.
Yo estaba sentado tomando un café, pero por un
momento pensé que soñaba.
Caminó hacia mí… y se inclinó para hablarme (e
insisto en que los breteles hacían todo lo posible por persistir en su
función). “Señor”, me dijo y por un
instante disfruté de su mirada, de su voz; y los seis o siete parroquianos que
estaban en el boliche me miraron con admiración, con envidia.
Me sentí Mozart entre tantos Salieri.
« Señor », continuó la dulce voz « ¿Es usted Carlos Rodríguez? ». Hubiese querido nacer de nuevo, pero aposté a
la verdad. “Soy yo” dijo uno, como si
cantara bingo. “¡¡PAPA!!”, exclamo
la morocha, y el cincuentón azorado, no pudo disimular su sorpresa, extraña
mezcla de ternura y desazón. Se fueron abrazados sollozando, abriéndose camino
entre las calidas risas de los demás.
Por una
vez, estaba contento de no haber sido el elegido. La esperanza seguía latente…
Y mi café,
frío. Muy frío.
Cherka – Julio 2011
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Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.
(Albert Einstein)