viernes

Des-Ilusiones


“Mirá pibe. Si Beethoven hubiera nacido en Tacuarembó, hubiera llegado a ser director de la banda del pueblo.”
Gabriel Garcia Marquez.

Para Lucero, porque sí.

Esa noche yo había salido porque si. Vivo en un pueblo tranquilo, silencioso y de noche, cuando se apaga el ultimo velador y los niños comienzan a dormitar, en la oscuridad se arrastran los que aun no lograron conciliar el sueño, aquellos que duermen de día y que por costumbre se juntan en el único bar a contarle secretos a un vaso de vino.
Yo era una de esas mujeres que salen por que el resto lo hace y nada más. Hacia frio, pero no frio invernal, sino del otoñal, el frio que baila con las hojas que acompañan al viento a dar vueltas y vueltas sin parar.
Me senté en mi mesa favorita, no porque tuviese algún atractivo a en particular, sino porque era mi mesa, mía y de nadie más y entonces lo vi. Recuerdo que lo mire fijo porque tenía los ojos más grandes que había visto en mi vida, enmarcados por un rostro duro y simple, con la típica sonrisa burlona y un gesto de pocos amigos.
Lo mire, porque era una cara nueva. Cuando vivís en un pueblo, te acostumbras a ver los mismos gestos, ojos, manos y a escuchar las mismas voces y pasos una y otra vez. Creo que por eso, y solo por eso, cuando se incorporo de la silla y salió con aire taciturno, lo seguí.
Agarró la calle principal y dobló a la izquierda, yo iba varios pasos atrás, temerosa de ser descubierta.
Cuando lo alcancé se habia parado en medio de las vías.
-         El tren no pasa hace muchos años – Le dije sorprendida.
El sonrió, tímido y me miro durante unos segundos antes de volver su concentración a las vidas.
 Una luz blanquecina nos baño a los dos y en un abrir y cerrar de ojos, el muchacho ya no estaba más. El tren, me dije. El tren.
Pocos segundos después de que la luz cegadora se alejara, me acerque a las vías y observe su cuerpo roto en el suelo… En mis ojos las lágrimas se agolpaban queriendo salir y en los suyos la sangre goteaba lastimosamente tiñendo de rojo el celeste puro, brillante y congelado de su iris.
Cherka – Enero 2009