miércoles

Él-ías

Conocí a Elias hace un año y medio, en una plaza de Buenos Aires.
Sé que no es común para la gente que siempre vivió acá, hablar con un desconocido mientras miras a las palomas y tomas sol, pero a mi me resulta relajante.
Elias resultó más que relajante, resultó divertido.
Con 23 años y en plena carrera de medicina, Elias lograba que cada conversación terminara en los movimientos ventriculares de la manera más graciosa.
La primera vez que nos vimos, fue en la plaza Congreso, la segunda en el Jardín Japonés, la tercera en el Rosedal, la cuarta en el zoológico y la quinta en el cine.
Me acuerdo de esto, porque siempre nos reímos. Es más, tenemos como un plan de citas para gente que se conoce en la calle.
Lo más curioso de todo, es que jamás, ni en la primera, ni en la ultima vez que nos vimos, Elias se me acercó o dijo algo fuera de lugar, o hizo amague de hacer alguna boludez. Nunca. Somos amigos. Y eso me encanta.
Tenemos tendencia a no vernos por meses y después reencontrarnos en un parque o plaza de la ciudad, reírnos de la gente como locos toda la tarde y terminar cenando en algún barsucho de mala muerte que haya por ahí. 
Elias tiene la maldita costumbre de necesitar hacerme sonreír y reír como loca. Creo que simplemente, no puede con su genio y termina siendo encantador en todo sentido.
Es de esas personas (físicamente hablando) altas y largas. De esos que parecen fideos. 
Cuando camina, va pegando saltitos por la vereda y parece el ser humano más feliz y relajado del mundo.
Pelo negro, ojos saltones y sonrisa fácil completan la extraña mezcla de renegado y tipo del campo que es Elias.
Desde siempre me pareció un tipo del cual una, inadvertidamente, se termina enamorando. ¿Viste esa gente que es linda, graciosa, tierna, amable, y tantas cosas más que uno siente la obligación de enamorarse? Como si el simple hecho de no hacerlo, te hiciera una persona extraña. Un alien.
Siempre me dije que si algún día me casaba con alguien, ese iba a ser Elias. Está más que claro que es incapaz de lastimar a alguien, de decir cosas que no deben ser dichas o de aburrir a la gente.
De cualquier manera, (y casi obviamente) no estoy enamorada de él.