domingo

Frío

Tomé café hace un rato. Creo que de alguna forma esperaba que la masa oscura y caliente de líquido me pudiera calentar por dentro. Calentar cada pedazo de mi cuerpo, desde las puntas de los dedos hasta el último pelo de mi cabeza. Pero no funcionó.
Seguí fría. Decidí entonces que una ducha con agua hirviendo iba a hacer la diferencia. Como derretir un cubito de hielo.
El agua me quemó la espalda y la sensación de los golpes volvió a mi cuerpo tan rápido que tuve que contener el grito que intentaba salir de mis labios.
Miré las gotas cayendo sobre mi tatuaje, resbalando entre las letras y desapareciendo en el piso. Cerré los ojos intentando concentrarme en el dolor externo que provocaba el agua hirviendo golpeando las pecas de mis hombros, pero tampoco funcionó, así que me di la vuelta y deje que el vapor aniquilara mi cara también.
Desde el living se filtraban las notas de una canción demasiado alegre, demasiado alegre para lo que sentía en ese momento.
Pensé en Laura. En sus gemidos, en su andar lento y decidido, desnuda, por mi casa, en sus manos en mi pelo.
Seguí sintiéndome fría.
Pensé en Sebastian. En su lengua contra mis pezones, susurrando cerca de mi oído, en las marcas de mis uñas en su espalda.
El frío no se iba.
Pensé en Guille. En el sabor de sus labios en los míos, en sus abrazos, en su nariz acariciando mi cuello.
El frío empezó a abandonarme, como si fuera un ser dentro de mi, avanzando lentamente fuera de mi cuerpo.
Pensé en Guille con mas fuerza, me lo imaginé, me imaginé a mi en su cama, en su casa, con la plancha en la mano, riendo. Nos imagine riendo, una y otra y otra vez.
Entonces me di cuenta de que el sexo no había calmado el frío, así que pensé en Lara.
En sus sonrisas, en sus ojos chinos, en nuestras salidas, en nuestros chistes internos.
Y entonces pensé en Clyo, en como me hace reír siempre, en ... inmediatamente pensar en ella trajo a Dante a mi cabeza y volvió el frío.
Me puteé a mi misma por pensar en él, por estar preocupada por él.
Cerré la canilla y caminé desnuda, mojando el piso, por el living.
Apagué la música. Puse una toalla sobre la silla y me senté. Prendí un cigarrillo.
El humo me calentó por dentro como ningún pensamiento lo hizo.
Lo sentí pasando por mi garganta, arruinándome por dentro, pero, de alguna forma, salvándome.
El gato me miraba desde un almohadón, en el piso. Creo que hasta él sintió que no estaba bien, y lentamente se acercó. Lo alejé con una mano. Necesitaba estar sola.
¿Sola? ¿No estás lo suficientemente sola ya?
Quise contestarme, de verdad que si, pero no pude. No creo estar sola, tengo a mi familia.
¿De verdad? ¿Tu familia? No me hagas reír ...
Tengo a mis amigos también. Incluso tengo amigos que no conozco. Tengo amigos de sobra, vaya donde vaya.
Esos no son amigos, ni siquiera los conoces. ¿cómo pueden tus amigos enfriarte más?
Dante no me enfría, sólo fue una sensación.
A otra con ese cuento. El frío estaba ahí, lo sentiste.
No, no estaba, sólo fue una sensación.
Me levanté, enojada y volví a la ducha, dispuesta a probarme a mi misma que no estaba fría y que podía pensar en cualquier persona, que no iba a tener frío, pero no pude volver a meterme.
Vi que yo misma había escrito en la pared de la ducha
"El sexo es lo que nos queda cuando ya no nos alcanza el amor"
No sé de quién es la frase ni de donde la saqué, pero ahí fue cuando me di cuenta de que estaba haciéndolo todo mal.
¿Tener sexo para aliviar la culpa? ¿para sacar la mierda? eso no sirve, vos y yo lo sabemos.
Y entonces volví a la compu a leer, decidida a olvidarme de toda la mierda y seguir con mi vida.
Vi la foto de mis amigos en el fondo de pantalla. La miré un rato.
No estoy sola, nunca estoy sola.