viernes

Siete de la mañana. Una pesadilla.
No tan pesadilla, en realidad, pero me despertó. No puedo volver a dormir.
Siete y cinco. Vueltas en la cama.
¿Por qué sueño estas cosas? ¡Ni siquiera deseo que pasen!
Porque si me dijeras "ay si, lo odio tanto que quiero que esté así, rengo" te entiendo, pero NO. No lo odio ¬¬, ¡hola! es mi amigo, pero igual lo mato una vez por semana, prácticamente.
Y si no lo mato, lo dejo rengo, y si no lo dejo rengo, yo soy la que se muere, y así seguimos y no terminamos más.
Siete y cuarto. Le mando un e-mail.
¡Ya está loco! ¡Ya está!
No quiero soñar más. ¡Renuncio!
Todo muy lindo, todo muy lindo, pero no puedo dormir cuatro horas seguidas que ya estoy teniendo una pesadilla con este idiota. Así la cosa no va.
Ocho de la mañana. Mate y tostadas.