viernes

El negro agujero de una sonrisa

“Literalmente no pinto esta mesa, sino la emoción que me produce”.
Henri Matisse.
Para Jazmín, aunque pasen los años…
Pamela se llamaba, si. Pamela. Era hermosa. Salimos un tiempo. Después, ella descubrió que las mujeres realmente no le gustaban, yo descubrí que no sabía qué carajo quería en la vida y no nos vimos más.
En diciembre del 2009, si mal no recuerdo, nos encontramos en una fila para entrar al cine, en Córdoba. Nos saludamos con un abrazo y terminamos sentadas una al lado de la otra durante toda la película, agarradas de la mano.
Desde ese día, nos veíamos una o dos veces por semana, nunca nos besábamos ni nos tocábamos, pero había cierta complicidad en los encuentros que no había estado presente antes, parecía como si nadie supiese que estábamos juntas, ni siquiera nosotras.
Estoy intentando recordar conversaciones, momentos, pero a simple vista parece todo tan… banal, vulgar, insípido.
Lo único que resuena en mi cabeza es su risa, el sonido y la alegría. Se me aparecen imágenes entre cortadas, como si fuesen pedazos de un televisor blanco y negro, de sus labios, sus dientes, su respingada nariz y sus enormes ojos verdes.
Detalles ¿Que importan los detalles?
No importa realmente cuanto tiempo la conocí, ni qué clase de relación tuve con ella. A nadie le importa. La cosa es que nos reíamos de las mismas cosas, casi siempre de mi y de mis payasadas, claro .. La hacía reír... Mucho.
Es antinatural, ¿No? Primero mueren los padres, son los hijos los que entierran, NO AL REVES!
Si cierro los ojos con fuerza, cosa que no quiero hacer, la veo. Sentada en el balcón de mí casa, con las piernas cruzadas, levemente inclinada hacia atrás, los ojos cerrados, escuchando atentamente mientras le leía, siempre sonriendo con sus labios gruesos, sus pestañas extremadamente largas y ese lunar que tenía en la mejilla izquierda.
Pero siempre, repito, siempre sonriendo.
Su risa, su humor, ella. Su hermosura, su forma de caminar, de mecer las caderas de un lado a otro, de decir mi nombre en voz bajita ..
¿Importan, ya, las conversaciones? ¿Importa el hecho de haberla conocido?
De haberla visto… ¿De hablar? ¿Reír? ¿Llorar? De haberla abrazado… De haberla besado hasta ahogarme en ella, de haber sentido su piel contra la mía más veces de las que mi mente puede contar.
Ya no, ¿A quién le interesa?. ¿Alguien preguntó? No, entonces...
Ya está.
Cherka – Agosto 2007

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Lo importante es no dejar de hacerse preguntas.
(Albert Einstein)