viernes

Factor G

Yo creí que íbamos bien así. Porque o sea, IBAMOS BIEN.
¿Por qué tuviste que cagarla de SEMEJANTE manera? Es decir, vamos, no había necesidad de decir “me gustás mucho, pero no me juego por vos”.
¿Realmente? Dolió. Sip, dolió bastante. Porque si, ya sé que no soy suficiente. Y también sé que nunca voy a ser la primera elección, pero tampoco me da como para que me lo digas en la cara, así, tan... Zarpadamente zarpado.
Y está genial, acepto totalmente que me digas “Me gustaba Amparo, estaba obsesionado con ella, pero ya no me gusta” pero sabélo, no me lo voy a creer ni por un segundo. ¿Te gustABA? Si, claro. En fin, no me importa. Bah, ¿a quién quiero engañar? Si, me importa. Si, me gustaría ser Ampi. Y si, loco, estoy celosa. Claramente ahora viene un NO. No debería estarlo.
Ok, no nos vayamos de tema. Yo decía… ¿qué decía? Ah, si. Te fuiste a la mierda.
Porque está bárbaro que seas honesto, sincero, claro (y todo lo que sea que quieras ser) conmigo, pero, qué sé yo, pensá un poco en que soy un ser humano también, y como tal, tengo algún que otro sentimiento dando vueltas por ahí. Digo, ¿no? No soy un robot.

(PARENTESIS: Mi gato me está haciendo la guerra y acaba de mear en mi cenicero)

(PARENTESIS II: ¿Dije ya lo mal que me siento? ¿Lo mucho que me duelen las piernas, la panza y la cabeza? ¿No? Ok, lo digo ahora: Me siento para el orrrrto.)

Y está bárbaro, también que seas sincero conmigo, para que las cosas estén claras, para que nada se confunda, para lo que sea. Pero yo nunca te pedí que te juegues por mí, yo nunca te pedí que te cases conmigo, ni que te mudes a mi casa, ni que seas el padre de mis hijos. Ni siquiera te pedí que formalices lo que tenemos. Ni siquiera te pedí que me dieras un beso cada vez que no me lo diste. No te pedí nada. Sólo expuse algo y saltaste con el “me gustás mucho, pero no me juego por vos”. Y todo bien, estoy acostumbrada a eso. Soy del tipo de mina que a los hombres “les gustan mucho” pero por las cuales “no se juegan” y por ahora eso esta bien… bah, lo estaba, hasta que viniste y lo dijiste y medio que dije “Pará, pará. Esto no es así”.
Nunca me molestó ser la segunda opción, ni ser “el garche de aquél” y menos que menos me molestaba ser “TU garche”, pero vamos a los hechos, me quiero lo suficiente como para enojarme un poco si me decís eso.
En realidad, me quiero lo suficiente ahora, una semana después de que me lo dijiste. Porque cuando me lo dijiste, si vamos a hablar en serio, no es que no me quería, pero digamos que me dejaste un toque sin palabras, loco. Me dejaste seca, como una lechuga mustia en invierno, como Lassie después de que vuelve a la casa de la familia que la amaba, sequita, cuando casi casi se ahoga en el río salvando al pibe y desaparece y bla bla bla.
Seca me dejaste. Asombrada, dolida y medio hecha puré de manzana al horno con papas fritas revueltas (y huevo). Y ahora un paréntesis de nuevo, porque creo que voy a vomitar otra vez.
Y ya no sé si vomito por el virus o por vos. Quizás vos sos mi virus. Y me enfermás.