martes

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- ¿Estás loca?
- ¡No, imbecil! ¡No estoy loca! Pero me tenés podrida con tanto boludeo.
La miré un rato, no podía creer que esta misma mujer que estaba tirando platos y cubiertos por mi casa, era la misma que me provocaba más de una erección diaria.
La cosa empezó ayer, cuando ella volvió del trabajo y me vio con mi secretaria. 
Lo admito, metí la pata, debería haberle dicho a Linda que venga mañana, no ayer. Debería haberle dicho que nos encontrábamos en el trabajo. Además, es tan hermosa cuando tiene un orgasmo arriba del escritorio.
En fin, la cosa es que en vez de eso, la invité a casa. Y después llegó ella. Y todo se me vino abajo.
Hacía un mes ya que me acostaba con Linda y con ella. Todo venía encajando perfecto.
Tenía sexo todo el tiempo, las dos me adoraban y la vida era bastante fácil.
Ahora se me fue todo a la mierda.
Linda pegó un portazo y me acabo de dar cuenta de que ni la bombacha se puso.
Dios, toda mojada y caminando por la calle. Tengo que ir a buscarla. Me la imagino gimiendo contra la vereda, o incluso contra un tacho de basura de esos grandes que puso Macri, a quien, debo decir, voté.
Miré a mi esposa.
- ¿Podés calmarte, por el amor de dios?
- ¿Querés que me calme, hijo de puta? ¡Te estabas curtiendo a tu secretaria, la puta que te parió!
- No es lo que parece ...
- No, claro, lo que pasa es que es mas fácil para vos acomodar los papeles usando su espalda como escritorio. Si, claro, que tonta que soy, perdonáme amor.
- ¿En serio?
- No, pelotudo. ¡Andáte de mi casa!
- ¡Es mi casa!
- ¡Es nuestra casa! ¡NUESTRA! La compramos juntos, la decoramos juntos, íbamos a tener a nuestros hijos acá, pero vos decidiste que la puta de Linda era una buena madre. ¡Eso! ¿Pensaste en que era mejor madre? ¿Vas a tener hijos con ella?
- No digas esas cosas, mujer. Mis hijos van a ser tus hijos.
- ¡MIS hijos son los que no van a ser tus hijos, asqueroso! Porque no pienso tocarte nunca más en mi puta vida!
Y así, y después de un par de puteadas más, que realmente no escuché, también se fue mi esposa del departamento, dejándome solo.
No entiendo sus reacciones. Si yo me hubiese enterado que ella se estaba tirando a otro tipo, bueno, se entiende que me enoje, porque soy el hombre y todo eso, pero ...
¿Por qué se enoja ella? Si no tiene derecho ¡Eso! ¡No tiene derecho a enojarse!
La culpa es suya, por decirme que tenía que votar al imbécil de Binner, y después no querer chupármela, cuando se lo propuse esa misma noche.
La culpa es suya, por no haber limpiado las migas de la alfombra hace un mes, que, ahora noto, siguen ahí.
La culpa es suya, por tener tetas chicas y ojos de rata. ¿Cómo no iba a mirar otras minas así?
La culpa es suya, siempre es suya.